Maravillosa barca:
Hace un par de años atrás, una tía me prestó un libro de ejercicios espirituales en la vida cotidiana, con unas meditaciones y esa forma tan hermosa de ir hacia nuestro interior, que quedé fascinada… con “sed” de más! A tal punto que, frente al Santísimo, le pedí al Señor que me permitiera seguir ahondando en ese camino. Tiempo después, mi hermano me envió por WhatsApp la invitación para hacer EE en la vida cotidiana, de forma virtual… No hay dudas: ¡Dios sí que escucha nuestras oraciones! Finalizados los EE, invitaron a seguir navegando, y mi corazón supo que el camino era por allí… Mar adentro… Cada charla previa al ingreso oficial afirmaba mi decisión. Todo lo que siempre busqué para complementar mi vida en este camino de santidad, estaba ahí: un pastor con olor a oveja, formación, espiritualidad, comunión de amor, apostolado, familia…
Particularmente, lo que más me llena de gozo, además de todo lo anterior, es haber descubierto a María. Es decir, siempre le tuve respeto y la reconocí por su papel en nuestra salvación, pero había algo, un “velo”, que no permitía que ella calara hondo en mí. Hoy, después de esas “primeras luces” que fueron encendiendo los encuentros, y ahora recorriendo el camino hacia la consagración, me siento feliz y dichosa de tener la certeza que ella, mi tierna Madre, junto a su Hijo, y con el Espíritu Santo, fueron llevándome de su mano hasta aquí. Así que, no puedo más que agradecer al Señor y a mamá María por hacer todo esto posible.